Sorpresa en República Dominicana.
Miércoles, 23 de noviembre de 2005
A la nueve de la mañana nos reunimos con Petra para sacar nuestro material. Pero ella nos esperaba con malas noticias. Había llamado el general para decir que posponía la cita hasta la una de la tarde. Bueno, dijo Petra, seamos flexibles y aprovechemos para visitar el convento.
Empaquetamos algunas cosas como vitaminas y calcio y en el momento de arrancar el coche suena el celular de Petra. ¡Qué nos esperan en la Base Aérea! Reconozco que se me subió por un momento la bilis. También pensé que como la cita de hoy no era oficial, no pasaba nada por vestir informal y haber dejado el traje colgado en el armario.
Una vez llegados a la Base a Petra le atacaron unos gansos. ¡Pues sí que Empezaba bien el día. El secretario del general nos recibió y nos pidió nuestros pasaportes para, según dijo, hacer un contrato de entrega del material.
Menos mal que apenas hablo español y que Barbara no dejó de darme codazos y pisotones porque estaba a punto de explotar con el tema del contrato. ¿Pero esto qué es? El secretario apuntó nuestros datos y nos ofreció un cafecito y pensé, ¡vayámonos de aquí, cojamos nuestras cosas y larguémonos! Mis nervios habían llegado al límite.
Al salir del despacho, el coche de Petra estaba esperando en la puerta y ahí estaba también el general que se sentó en el asiento del conductor. Qué raro pensé, pero la verdad es que empezaba a darme todo igual. Eso sí, me di cuenta que el general no nos conducía hacia el hangar, sino a un lugar desconocido. Cruzamos miradas entre nosotros, extrañados, mientras el general tenía un gesto divertido.
Nos dirigíamos hacia algo desconocido que al acercarnos se convirtió en nuestro camión militar y una ambulancia. Nos bajamos y seguimos al general que se dirigía hacia una entrada. Nos quedamos sin habla. De repente nos encontramos ante unos 300 soldados y montones de niños de la Base Aérea. Miré al general y comprendí por qué sonreía.
Y entonces vi todas nuestras cajas de material humanitario, bien apiladas. Qué alegría, pero también descubrí las sillas azules vacías de cara al auditorio hacia las que nos llevaban y me puse fatal.
Y comenzaron los discursos, uno detrás del otro, de los que sólo entendía nuestros nombres que se citaban una y otra vez. Y también había una cámara de televisión que nos enfocaba, incluso con primeros planos. Y los flashes de las cámaras de fotos son las que creo que consiguieron que volviera a casa moreno.
Me dio mucha pena tener una cámara de fotos entre las manos y no encontrar la ocasión de sacar unas buenas fotos porque me estaban sacando fotos a mí. Perdonad pues la mala calidad de las fotos que hice casi a ciegas.
Y cuando creíamos que ya se había acabado todo, comenzó la ceremonia en la Base Aérea del Norte nos dedicó un homenaje a Petra, Barbara y a mi. Nos entregaron a cada uno un certificado, todo ello recogido por la cámara de televisión y el fotógrafo. Fue una sensación indescriptible y de repente nos sentimos totalmente relajados y tranquilos.
A Petra le pasaron el micrófono y la pidieron que dijera unas palabras. Me dejó fascinado. Constantemente era interrumpida por vítores y aplausos. Sólo puedo decir que era un español dominicano a una velocidad que pocas veces había escuchado. Y cuando al final la pregunté que qué había dicho me contestó: les he dado las gracias. Pero, ¿y los aplausos? A lo que me contestó con un guiño.
Gracias Petra, a Barbara y a mi nos tienes impresionados.
(Traducido por A.K.)